Ocho



Tiemblo. Las voces aquí dentro parecen no inmutarse.
El corazón me palpita tan fuerte que casi lo siento en la boca; se mantiene atorado en mi garganta.
Releo su mensaje una y otra vez sin detenerme, tal vez con la esperanza de hacerlo menos real a medida que avanza el tiempo, pero sólo consigo aumentar las punzadas de dolor que anidan mi pecho.

«Es una broma», me digo. Y espero.

Han pasado ya cuatro horas enteras y aún no logro entender qué ha sucedido exactamente a mí alrededor.
No hubo más mensajes. Sólo sé que algo se ha roto, de eso estoy seguro.
Lo que no consigo descubrir es qué fue primero, si sus promesas o mi corazón.

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